Un anticuario alcohólico recorre un laberinto de sucesos del todo paranoicos de la mano de un mecánico de bicicletas. Envilecido por la miseria, un campesino convierte a su mujer en rehén y la somete a diversas vejaciones para resarcirse de su precario mundo. Unos maleantes rastrean a un profesor norteamericano de paso por La Habana, mientras unos policías de vodevil intentan echarles el guante. Tras el paso de un ciclón, un testigo fantasmagórico contempla perplejo las angustias de una familia que vigila a sus vecinos y teme por el advenimiento de una epidemia. He aquí algunas situaciones de la absurda cotidianeidad cubana en torno a las cuales se desarrollan los relatos de este libro. Como toda buena narración, los cuentos de Vidal poseen cierto carácter metonímico que le permite al lector percibir una realidad que trasciende los selectos episodios de su trama. El ejercicio de una extravagante sexualidad, la violencia como gesto catártico y el humor corrosivo como salfumán, son algunos de los elementos que cruzan las páginas de Cuadernos insulares.