En su segundo poemario, Poemas para una mudanza, Rocío Aragonés Manzanares describe el constante vaivén de la vida. Utilizando desayunos, tacones, grifos, escalones y cremalleras, nos guía a través del cambio y lo que este supone para los que aman. La poesía de esta autora refleja sutilmente cómo nos vamos despegando a la vez que surge algo nuevo. Lo cotidiano se vuelve extraño. La vida se marcha y no espera, por mucho que chillemos o pataleemos. Hay que seguirla, agarrarla y atravesar la niebla o saltar al vacío. Nos da miedo, nos da hambre, y sed, nos pone nerviosos y nos eriza la piel. Pero los giros de la vida son inevitables, y nos guste o no, hay que mudarse.