Con la figura señera de este judío universal como colofón, el presente relato da un repaso breve a los avatares de su pueblo, hasta el momento histórico en que Sefarad se convierte en el anhelo más profundo de todos los judíos de la Diáspora. Intentaré una aproximación a aquella edad, de una forma sencilla y somera, rigurosa, aunque breve y nada academicista, pues no es el objeto principal del presente trabajo. Lo realmente hermoso es la pequeña biografía novelada de Hasday. De Abu Yusuf Hasday ben Isaac ibn Schaprut, aquel judío español que fuera hagib (1) de Abd al Rahmán III, fundador del extraordinario califato de Qurtuba (Córdoba), una ciudad que en poco más de cien años (850-976) reunió en torno a sí, y puso a disposición del mundo cristiano de Occidente todo el saber reunido hasta entonces, gracias a la imponderable labor llevada a cabo por el emir Abd al Rhamán II primero, Hasday después, y el príncipe Al Hakem, un hombre preso de un amor desmedido por la cultura. El Califa Al Hakem II creó una inmensa biblioteca desde sus tiempos de príncipe, donde funcionaba un extraordinario taller de copistas, encuadernadores y miniaturistas. Con la ayuda de Hasday, mandó agentes para ojear y comprar libros en El Cairo, Bagdad, Damasco y Alejandría; y desde la biblioteca, subvencionaba a escritores y estudiosos de Al-Andalus y de todo el mundo. Hablaremos tambíen, cómo no, de Abderramán III, una personalidad venerada en el mundo islámico siempre que se pronuncia la palabra Al-Andalus, el paraíso sobre la tierra que durante más de tres siglos (716-1031) constituyó el sueño dorado de la Historia Universal. Un andalusí universal, y la más preeminente figura histórica de Al-Andalus. 10