¿Cómo era posible que en medio de tanta oscuridad se pudiera encontrar paz?No lo sabía y ni siquiera me importaba, porque lo disfrutaba.La suerte nunca fue mi amiga, pero sí el infierno. Por eso me llevó siempre de la mano en cada paso que di, a tal punto de que su rey me conoció, tentó y terminó enamorándose de mí, convirtiéndome en su reina.Con su ayuda surgí del fuego en lugar de renacer de las cenizas, le cogí el gusto a la maldad, dándole vuelta a la moneda, porque ser buena solo me trajo sufrimiento y ser mala me dio tranquilidad.Y cuando, años más tarde, aquel diavolo me encontró, reconoció en mí su principio y su final.Yo era un desastre hecho a su medida.Nacimos destinados a encontrarnos, colisionar y someternos, aunque lo más sano era que él se alejara de mí. No obstante, desde que nuestros ojos se imantaron descubrió en mi mirada una oscuridad que le atraía, sabiendo que al final lo destruiría. Yo en cambio entregué, con la suya, lo que ningún otro jamás obtendría: sumisión.Pero contra el destino nadie podía, y nosotros fuimos creados el uno para el otro en la más siniestra y sombría de nuestras versiones, por lo que aprenderíamos que nos pertenecíamos y bailaríamos juntos en nuestro propio infierno.Hasta que a la vida y a la muerte les llegara su turno de jugar con nosotros, en esa ruleta rusa que nos envolvía.Un juego que no nos prometía un final feliz, pero sí un final. 10