Me acerco al libro Por siempre el olvido, de Javier Álvarez Díaz, con la sensibilidad que corre por mis venas desde que la vida me puso luz en los ojos. Una musicalidad de tinte personal recorre el oído al leerlo, en voz alta. Sus versos de sintaxis rítmica se acomodan bien en el sentir. El poeta reproduce con fluidez los acordes de la vida que su alma capta. Nos transmite una especie de co-rrespondencia entre la materialidad circundante y el fluir del sentimiento en la escala emocional del verso, al proponer un ritmo particular, quizá acorde con su respiración. Es un ritmo audible, desbordado, construido con diferentes matices expresivos de gran rigurosidad imaginativa.