El poeta de amor más recordado de la poesía amorosa en lengua española murió a los treinta y cuatro años sin saber que iba a ser uno de los más admirados, conmemorados, citados, amados y reconocidos sin interrupción por las generaciones que habían de sucederle. Muchos españoles que no conocen a Espronceda o a Galdós, al Duque de Rivas o a Larra, saben de Bécquer porque el poeta sevillano llega a la gente, está en la memoria colectiva, entra en el habla común y se citan sus versos. Lo recordamos como emblema del sentimiento amoroso, como referente para los textos literarios delicados y penetrantes, como símbolo del enamorado sincero, como portador de una expresión excelsa que se aloja en las profundidades del hombre. Otros grandes poetas de amor como Garcilaso de la Vega, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Pedro Salinas o incluso Pablo Neruda son admirados, es verdad, pero no llegan a todo tipo de lectores, a todas las clases sociales, a todas las ideologías, a todos los gustos, a todas las sensibilidades.