Hace ahora mil años los masones de Europa pusieron los primeros sillares de las catedrales góticas. Conocedores de la ciencia de la escuadra y compás, armados de niveles y plomadas, imitaron la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza del Creador original. Reconstruyeron el templo. Aquellos albañiles de la cristiandad, hombres libres en un mundo de siervos, conocían los secretos de una geometría sagrada, el lenguaje de Dios, cuyo origen se pierde en los mitos que contaba de sí mismo el mundo antiguo. Les gustaba pensar, así lo dejaron escrito en sus textos fundacionales, que Hermes Trimegisto y Pitágoras ?es decir, Egipto y Grecia? habían recibido estos secretos que se salvaron del Diluvio universal tallados en dos columnas.