Empecé a bajar pero cuando estaba a mitad de la escalera los escalones cambiaron por completo pues estaban tallados en la roca y con el tiempo se habían usado por lo que la bajada se volvió un poco más peligrosa, menos mal que alguien había pensado en instalar una especie de barandilla lo que permitía que la bajada fuese más fácil. Por fin llegué a la arena, miré el mar para ver cuánto tiempo me quedaba pues sabía que por esas costas la marea sube rápidamente y hay que prever con tiempo la retirada. Me dirigí hacia el final de la playa y en efecto en la pared rocosa había un agujero más bien una hendidura de unos sesenta centímetros de ancha con un lado más saliente que el otro me metí por el agujero y desemboqué en una plataforma, como los ojos se acostumbraban a la oscuridad pude ver que el espacio era casi redondo pero que en un extremo se alargaba formando una especie de pasillo tanteando la pared pude darme cuenta de que alguien había dejado una antorcha que no pude encender por no llevar cerillas, así que la próxima vez traería lo necesario. Emprendí la vuelta pues el tiempo pasaba demasiado deprisa y no quería que la marea me impidiese salir de allí, empecé a subir las escaleras, mucho mejor que las había bajado, y mirando hacia arriba me pareció ver una cabeza que me observaba, estaba medio escondida entre los matorrales