Un hombre emprende un viaje, más allá de su propia carne, hacia el místico lugar al que todos los buscadores de la verdad de todos los tiempos han anhelado llegar. Pero esto sucede a ritmo de pulp, a ritmo de Robert Howard rebotando contra Joseph Conrad... y al mismo tiempo a ritmo, casi, de pequeño ensayo metafísico: solo Francisco Santos es capaz de maniobrar esta nave.