Iniciamos el siglo XXI presenciando avances científicos y tecnológicos impresionantes que impactan sobre la forma de vida, el trabajo y las comunicaciones. De una época en la que la generación de riqueza estaba basada en la producción de bienes y servicios, pasamos a otra en la que el conocimiento, la creatividad y la capacidad de innovar alcanzan valores insospechados, convirtiéndose en el nuevo capital de las personas, empresas y naciones. Y estas nuevas fuentes de valor, a diferencia de las de antaño, no se agotan al usarlas, sino por el contrario, dicho uso motiva su avance y expansión. El advenimiento de esta nueva era conlleva a que las instituciones dedicadas a la creación y transmisión del conocimiento, a la investigación y la educación tengan una relevancia trascendente. Entre dichas instituciones se destacan las universidades, cuya misión es formar a las nuevas generaciones y a sus futuros líderes, transfiriendo el acervo cultural acuñado por la civilización humana y también descubriendo y creando nuevos conocimientos e ideas. Resulta importante entonces el estudio de la historia de las universidades y el de sus sistemas, el de sus diferentes modelos de organización y gestión, el de las formas en las que estructuran su currículo, así como el de cada uno de sus aspectos en un marco abarcativo de la gran diversidad de modelos internacionales. ero, el estudio de la educación superior no podría realizarse con detenimiento sin el conocimiento del marco referencial que brinda la historia de la educación, desde sus albores hasta nuestros días.