Habitar como historiadora el opaco mundo de la prostitución no ha sido sencillo. Plagados de imaginarios, los discursos emitidos no revelan de manera diáfana la realidad de lo vivido, pero muestran las obsesiones de un tiempo en el que reglamentar, ordenar y civilizar, para construir una sociedad moderna, es prioritario.Hemos estudiado este espacio con una mirada amplia, sin satanizar a los hombres y las mujeres que actúan en él. Ellas venden sus cuerpos, a la par que tienen una vida propia: hijos y padrotes conforman su universo, del que no está exento el amor. Han construido un universo donde es posible habitar. Su belleza y capacidad de seducción las autoriza a transitar en el campo con un capital simbólico. Nos hemos apropiado de ellas en su tenue hacer, en sus cuerpos escondidos y en sus voces inaudibles. A través de los gestos de la violencia, hombres y mujeres manifiestan sus pasiones; los manuales de buenas costumbres no han penetrado en sus vidas. Se encuentran al margen de la sociedad civilizada y después redimida que se pretende construir. 10